La purpurina de la psicología rusa

De un cobarde con un gran sentido del honor resulta un hombre que vive en el arrepentimiento. En cambio, de poseer valor pero  ningún sentido del honor deviene un hombre peligroso, capaz de todo, sin consciencia moral.

Perla de la psicología rusa, haber compuesto un hombre con sentido del honor y sin sentido del honor, con valor y cobardía; todo mezclado en proporciones que varían en cada cualidad, ahora aumentan los gramos de valor o cobardía, ahora disminuye o no la intensidad del sentido del honor; y todo bajo la égida del ánimo y la regulación que imponen los motivos externos. Y a veces, en pocas ocasiones, llega el personaje al absoluto de la consciencia moral o desaparece en un éxtasis inconsciente, ya no son sólo  los motivos y el ánimo las instancias inmediatas, es algo subterráneo, la noción primaria de gracia en la moral y de instinto animal en el éxtasis los que invierten la dirección: el hombre no es un ser pasivo que moviliza su sentido del honor o falta de sentido del honor, ni su cobardía o valor a causa de lo estímulos, impresiones y fuerzas que recibe de la realidad exterior.

Ahora, el hombre es un ser activo, cuya gracia o instinto lo conducen a poseer, respectivamente, honor y valor o cobardía  y falta de honor y cobardía o valor. En efecto, el honor es intrínseco a la consciencia moral como la falta de honor es inherente a la animalidad, sin embargo, el valor o la cobardía son reductos insospechados, pues no adivinamos a ver por qué el hombre con consciencia moral habría de detentar valor en vez de cobardía, asimismo sucede con el instinto animal, no sabemos por qué habría e ser cobarde en vez de valeroso.

Quizá, el valor y cobardía estén sujetas al cruce que se produce con el contacto entre la realidad exterior (motivos, impresiones, estímulos, representaciones)  y  la dimensión moral (consciencia) o animal ( instinto) del hombre. De ése contacto emerge o no la fuerza que substancia el valor o la cobardía. Además, el autor juega mezclando el instinto y la consciencia moral, con su correlato anímico en el arrepentimiento o la ausencia del mismo según prime la consciencia moral o el instinto, a su turno, con el correlato factual de una acción que aparece con una naturaleza instintiva o moral.

El instinto subvierte poniendo la mácula en el honor de un ente, mientras la consciencia moral se esfuerza en restituir el honor original del ente. O al contrario, la consciencia moral es una mácula en el seno del ente y el instintivo procura recuperar u espacio expulsando la mancha de la moral. Así pues, el instinto y la moral puede erigirse en creadores o destructores. A veces,


En esencia, la aportación fundamental e este autor descansa en haber conciliado el instinto y la moral en una y la misma realidad, ni tan sólo son versiones distintas de una realidad común. En consecuencia, el conflicto dialéctico queda cerrado y el hombre ya no reconoce ninguna cualidad ni instancia, tampoco una dimensión distinta a otra. Todo es homogéneo y, por este motivo, nada surge con fuerza, ni la fuerza ni la cobardía, de allí donde no hay ni oposiciones entre cualidades animal y moral, ni oposiciones entre una realidad exterior y una realidad interior. Y el hombre se sume en la apatía  y la indiferencia.



L'école du Platon, de Jean Delville (1867-1953)