Atrás vuelve la vista en el instante
Y a la parte oriental de su morada
La espada fulminante
Ven en hondas flamígeras vibrado;
Y su elevada puerta,
Con armas centelleantes ya cubierta,
De tremendos semblantes ocupada.
Verter les hizo lágrimas natura;
Mas la vista de un mundo, que anchuroso
Lugares ofrecía a su reposo
Las enjuga, calmando su amargura.
Aunque errante su paso y vagoroso,
Asidos de la mano con ternura,
En el Edén por solitaria vía
Siguen la Providencia que los guía.
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