No ingerir

Corrió, corrió, corrió en una huida hacia adelante, con un libro entre las manos pegado al pecho. Era un chico listo, su madre le dijo que no debía dejar de correr ni un momento, y así lo hizo, esquivando uno y otro, zazigueando por la acera, e incluso esbozaba una sonrisa jovial. Y  el libro, que le había apretado su madre contra el pecho, colgaba  ahora de su mano a través de un hilo de cuero por el cual pendía, mientras seguí corriendo sin parar, poniendo un pie aquí y allà, pasando entre la gente.
La madre desapareció. El chico sólo corrió, y, quizá, se salvó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario