La ideología personalista de François de Montcorbier o de Loges (s.XV)

"Toda la vida pasada parece atravesada por el aliento silencioso de la muerte, de esa no-actualidad desvanecida e irrecuperable. Me quedan imágenes. Y luego, desapareceremos, pasará nuestra generación sucesora, morirán sus hijos. Sepultados, ya estamos sepultados. Reconozco en mí el sentimiento trágico de la vida y la muerte sentidos por los renacentistas. Fue la conciencia de un tiempo dado unido a la ausencia de un sentido inmanente al mismo lo que abrió en mi experiencia cotidiana la brecha de la terrible fascinación y de la tristeza inexpresiva.

 Los helenos y los romanos pudieron producir su propia miel, no tuvieron que vivir, como yo, los días sucesivos a la emancipación de la ideología del Dios cristiano. En mi tiempo ya no sabemos cómo producir aquella miel, desconocemos el lenguaje correcto, no mantenemos la debida adecuación con nuestro entorno. Mi tacto extraviado. El vértigo me aspira hacia límites de mi universo interior sin encontrar jamás el compás, la composición, la forma en virtud del cual se detenga este despiadado curso. ¿Será esto el castigo del Dios cristiano por mi desviación espiritual? ¿por qué lugares habré de pasar aún antes de encontrar un término a todo esto?  Y a pesar de todo, aprecio en mi interior una voz soberbia que declara mi triunfo sobre el monstruo que encierra este tipo de monólogos introspectivos. Como si me invitase a olvidarme  de mi sentido en el tiempo e inaugurase el comienzo de la conciencia del loco, el genio o el idiota, que juega libremente con los elementos  a su alcance para reproducir fenómenos reglados, con un significado esculpido que determine la aparición, rasgo a rasgo, de una fisonomía singular, que sea creación propia y no deba justificarse ante nadie, porque su existencia ya la justifica.

Esta crisis cristalizó en mi en el principio de no someter al dominio de ningún credo religioso, sujeción epistemológica o imperativo sentimental la visión de mi voluntad. Así fue como, al fin, vi en la arbitrariedad el jugo y la miel capaces honrar mi relación con la naturaleza y mi interacción con los hombres, tal y como hicieron, o quizás no, los helenos y los romanos. Sin embargo, lo decisivo, aquello que me distingue de ellos descansa en que mi ideología ya no se funda en una ideología colectiva, sino en los productos y las manifestaciones de mi propia personalidad creadora.




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