Un americano. ¡Con dos sobres de azúcar!

El hombre que despertándose tarde, se envuelve en ropa casual y deja caer un pie en la sucia acera para luego impulsarse y emplazar el otro pie. Se dirige al café Smith y, como aquel que sacándose las gafas con manos torpes se friega maquinalmente los ojos dibujando una mueca extraña, penetra en el local  levantando tímidamente la mano a modo de saludo para luego sentarse maquinalmente en la mesa de mármol gastado dispuesta en la esquina y con vistas a todo el conjunto de clientes. Espera su americando ya casi listo mientras observa el  panorama  que sea abre ante sí; qué desolador, le confiesa a su fuero interno, hombres próximos a los 50 años que con la cabeza gacha cogen débilmente la cucharilla removiendo el café con lentitud, tal como si les hubieran comunicado la muerte de un familiar, ¡o la suya misma!
No señores, es un pensamiento aún más voraz el que roe sus pensamientos, un gusano jamás saciado que presenta a su pensar un comunicado que le anuncia: si no se cruza ningún fatídico acontecimiento,su estado  actualmente vigoroso le permitirá seguir viviendo en esta misera  durante 30 años más, a lo mínimo. Una y otra vez, ora al punto de acostarse, ora después de dar un breve paseo, ora al instnate de haber perfilado una descontrolada sonrisa o al punto de la jubilosa celebración de un gol; el gusano se hace un sitio entre todo ello y agudamente les vuelve a espetar el mismo comunicado: si no se cruza ningún fatídico acontecimiento,su estado.... Pues, como no inclinarse apesudambrado a admirar el simpático tintineo del cafè al golpéo de la cucharilla,  y olfatear  con callada devoción esa suave aroma que desprende  el vapor y se filtra cómodamente en las entrañas; para luego figurarse el proceso del azucar diluyéndose en el cafè amargo a cada batida  dada con la cucharilla hasta el punto de componer una armonia agridulce, entrañable. Al fin, dar un breve sorbo como si de un privilegio se tratara. Ahora, comprendo sus gestos al tomar el café, logro justificar ese placer que reporta el fijarse en las pequeñeces que incuba, es más, a ratos me dedico a cazar una mueca que indica que el aroma ha penetrado en el o ella sugiriéndole una sonrisa para consigo. Debo admitir que hace un tiempo que actúo de igual forma que ellos, quizá por ello mismo lo describo, quizá por ello mismo deba aceptar que habita en mi ese gusano intratable y perturbador, devorador de esperanzas y proveedor de fatigas sin cansancio, el mismo que sin saber ya me acude con la canción: si no se cruza ningún fatídico acontecimiento,su estado actualmente vigoroso le permitirá seguir viviendo en esta misera  durante 30 años más, a lo mínimo.

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