Inercia de un ciudadano-medio

Que si mi pluma sigue rasgando el papel no es por la gloria que de ello pueda obtener, o quizá sí, aunque entonces ella pertenecerá a un chico que pudiéndola abrazar se vio truncado por la muerte. Esto es, señores, un homenaje a él. Esto es, señores, vivir la vida que él no vivió. A la postre, el único muerto soy yo, y esta es la forma que me hace más feliz de levantarme temprano, preparar el café para tomarlo, encneder la tele para verla, ir a clase para almacenar, andar del vestíbulo al portal, ser educado, intentar ser neutro.
El hastío es como una capa grísácea que envuelve al hombre haciéndolo desgraciado en una operación con el todo. Al punto, un todo sin-sentido se avalanza contra un hombre hastiado que anda indolentemente por la acera. Ahora esto, luego aquello. Esto sirve para aquello; a su vez, aquello está ahí por una razón útil. Esta concatenación es aplicable a objetos como el transporte público: sirve para desplazarte; a su vez, su existencia se justifica porque sirve como mecanismo para preservar el medio ambiente, descongestionar la ciudad y, consecuentemente, ofrecer menos gases nocivos al ambiente y con ello bla bla.. SALUD. Bien, este es el proceso analítico en el que sucumbe el hombre hastiado o, ciudadano medio, al mirar alrededor buscando el por qué de los objetos. Más tarde, los hombres formales aplauden y alban con palabras pomposas el ejercicio del ciudadano-medio que interatuca con los objetos procurando averiguar su razón de ser. Sin embargo, me pregunto. ¿por qué coño ellos no me preguntan "porque" me empecino a indagar la razón de ser de los objetos? Malditos sea, la respuesta te la dan, como por sistema, recurriendo a un sencillo discurrir utilitarista que pronuncia con voz chirriante: preguntarse el por qué de las cosas es útil para entender por qué están ahí ellas y no otras, o ninguna. Iría un poco más lejos, pasando a instituirme como ciudadano-medios-temerario, apelando en último términoa la pregunta, ¿qué utilidad descansa en saber por qué está un objeto impartiendo una determinada función y no otro o ninguno? Seguramente, aunque no debería estar tan garantizado, tendrían una respuesta bien trabada y coherente para espetarme en toda la frente; a mi, por el momento y siendo generoso,  sólo se me ocurre que sea la siguiente: la utilidad es comprender por qué está ese objeto en concreto. A lo que responderé un tanto indignado, ¿señor y de qué sirve saber que está ése objeto y no otro? A esto me dirá retirando un peldaño el tono de la arrogancia del que sabe-dar-respuesta-a-todo: sirve para comprender como está estructurado el mundo. Bien, a esta respuesta tan poética cabría protestarle: pues si el análisis de los objetos sirve en última instancia para comprender como está estructurado el mundo, propongo que lo estructuremos con otros moldes, para comprenderlo siguiendo otras pautas y así no encontrar en la utilidad del TODO un hastío insoportable. ¡Tosca utilidad! ¡humillante utilidad! Si hay algo seguro en un objeto es que si existe es porque está definido, justificado; nada más. Que es un objeto indefindio, injustificado y carente de todo sentido sino algo con lo que no podemos lograr mediar de ningún modo a causa de no saber por qué está ahí, por qué existe. Esto no es el fin señores, es la antesala de la estocada que sobrevendrá cuando declaré que si de algún problema se aqueja el ciudadno-edio es, precisamente, de que ya no problematiza los objetos sintiéndose un tanto hastiado. No. Lo observo interactuando con los objetos como si hubieran sido legados por a la humanidad con términos impertaivos y desde orígenes remotos. Asombrado quedo, quedamos pero nunca quedan, cuando anuncip que el trnasporte público existe desde Adán y Eva, que los jardines del Edén empleaban sistemas de irrigación refinados. A veces, me preocupa que no sepamos que un objeto está porque el hombre lo a legitimizado dotándolo de valor, y que en ning´nu caso viene dado y inmediamtaente lo admitimos como estático, inamovible. Sí señores, según el ciudadano-medio de hoy en día, los autobuses eran transporte asiduo de griegos antiguos en sus labores de ir del foro al acrópolis, del acrópolis, al puerto.

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