Sub Specie Aeternitatis

Ojos negros como pozos infinitos en los que bañarse, bucear y naufragar hasta ahogarse en una danza mortal, son las únicas opciones que quedan para poder agitar, vivificar y quizá alimentar a esa alma hambrienta que de deseos suspira.

Sus manos, inquietas, tiemblan sin cesar antes de mirarlas y después de tocarlas, jamás durante..

Zapatillas diminutas, verdes, sin cordones, portadoras de esa mujer, la de michelines, cabellera rubia y sonrisa breve; la más sublime, que fue capaz de mudarle el ánimo cual rayo de luz que desciende desde el Sol y, atravesando los espesos nubarrones, logra al fin alumbrar la primera hoja del árbol más alto.

Que se retrotraiga el que no haya comprendido aún que en el mirar de sus ojos, el mover de sus manos y el posar de sus pies, se gesta la perfección del Ser.

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