Una disputa entre oradores

Una mañana en el foro de Roma..

Orador: Me dirijo a aquellos hombres que, nobles de ánimo, no actua en vistas a su propio interés y, aún  sin notar la mirada de un observador vigilante a tus movimientos, deciden actuar rectamente disponiendo cada acción como si de ello dependiera toda su reputación. Aquellos que se reconozcan en éstas palabras sean, pues, alejados de la otra categoría de hombres perniciosos, los cuales poseidos por un egoísmo astuto y ruin más propio del zorro que del hombre, fingen ser como ellos profiriendo interminables discursos envueltos de la persuasión alabanzas y méritos infundados. Que vuestra cordura sea firme y impida que os seduzcan sus vocables, ya que con ello os arrastrarán a su capricho como un medio más a su interés. Permaneced impasibles como la estrella polar que mira indiferente como van y vienen otras de fugaces, no os deis por satisfechos  con una dulce canción que os ensalze al título de dios, antes bien, fijaos en la clase de hombre que os dedica tales palabras y, con ello, vislumbrad  la mezquina intención que lleva disfrazada.

Vulgo: A ello la muchedumbre reaccionó encolerizada a cada silaba un ápice más, conmovidos por las palabras se invitaban unos a otros, mediante gravosas voces de ánimo, a seguir los consejos vertidos por el orador. Con el corazón sinuflado de pasión clamaban: !no permitiremos que nos contagien hombres de baja estofa! Ya se presenten con la máscara que más deseen, utilitzen la argucia que más les sirva, estaremos vigilantes a conocer con quien tratamos! Otros más elocuentes, declaraban: !nos guardaremos de dejar que esta enfermedad se apoedere de nuestras almas masacrando a cuantos se atrevan a seducirnos! Aplaudían, se jacataban de su unidad frente a tan noble reivindicación, y,enfurecidos, se comprometían al unísono para combatir a aquelloq ue representaba un género de personas tan deplorable. Algunos, llevados por los carriles de la cólera, llegaban, incluso, a jurar a los dioses el desterramiento a la muerte para tan indgnos huéspedes.

A ello, un hombre se colocó encima de una tribuna situada al polo opuesto del foro y pronunció el siguiente discurso...

Segundo Orador: Necios son aquellos que se apostillan como hombres nobles sin antes deliberar si lo son en realidad o, por el contrario, se hayan mancillados por una alma corrupta que no los deja verse. Amigos, he permanecido atento y con creciente asombro, y con todo, he podido constatar que tras un breve discurso os habéis avalanzado impertinentemente a alojaros en la confortable morada descrita en el hombre noble de espíritu, sin plantearos aún si más bien os corresponde la bajeza moral propia del mezquino. Esto que digo, lejos asemejarse a la ofensa, pretende dilucidar lo que quizá vuestro amor propio, vencido por un atractivo discurso, os impide ver, !que sois aquello que odiais! A esto,  os traicionáis a vosotros mismos convenciendos el no al otro que más vale acogerse a la ignorancia  refugio y desisitir a emprender un forcejeo con uno mismo. Ah, es plausible que no haya ni tan sólo una lama mediocre en todo el foro, si como apuntabais, abundan tanto? No será que ser vil es una derrota que no apetece aceptar y, en virtud de ello nos retiramos en la fortaleza del engaño?

Vulgo: Una burla dedicada al segundo orador fluyó de boca en boca con la discreción del que confabula contra un temible tirano, a lo que le siguieron  portentosas risas más propias de hienas que de hombres. A esto, se le aliaban increpaciones que lo postergaban a la figura de loco . Además, dichas burlas y increpaciones fueron alimentando lo que iba confeccionándose como un pensamiento común en todos: " el discurso de éste hombre es un producto refinado de la amenaza que nos había ilustrado el primer orador".  Los más avispados tradujeron este pensamiento en frases como: este orador pretende emplearnos como medios para complacer su interés! Perverso! - exclamban desbocados. En unos pocos minutos la multitud ya se había afianzado de las palabras del hombre avispado como si de una verdad inobjectable se tratara.

A esto añadió el segundo orador...

Segundo Orador: No permitáis que lo que os conveniene escuchar desplaze de vuestra alma el significado de la verdadera grandeza de ánimo, la cual que no se haya solamente en los que ya la han alcanzado, sino también y en una mayor expresión y mérito, en aquellos que carentes de ella se emplazan perseverantes a hacerla suya. Desechad, pues, el cómodo enganyo consistente en creeros en propiedad de aquello que careceis, ya que, ello será la peor de las perdiciones..

Acto seguido, un silencio en forma de incertidumbre dominó el foro hasta que el primer Orador lo rompió con la siguiente protesta...

Primer Orador: Salvaos de sucumbir a esos parajes que esconden en su último paso el más aterrador de los acantalidos, ya que ¿acaso no percibís tan nítidamente como yo su particular género? Se trata de la raíz que enfermiza nuestras almas. ¿No notáis sus recursos y argucias? Oponerse a lo que mi sabiduría proclama para, con ello, sobreponerse a mi y así poder guiaros a su merced- el vulgo enardecía a medida que sus discurso avanzaba creándose murmullos cada vez más sonoros. Hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas- dijo saborenado cada palabra-, humildemente he procurado señalaros lo que los dioses me han mostrado tant insistentemente: que no hay hombres más nobles que aquellos que combaten a los míseros. A este mandamiento, sería propio del más eminente de los imprudentes desampararlo a que sea objeto de los mancillamientos y burlas más grotescos: !y esa y no otra ha sido la grosería del seguno orador!. Éste, recurriendo a todo tipo de  habilidades persuasivas,  os ha intentado introducir delicadamente la duda  sobre si debeis combatir a los míseros o, por el contrario, ser combatidos por los nobles. Salvaos de atenderlo y dejad que vuetro propio juicio discierna sobre aquello que os ha correspondido ser. Luego, preguntáos si sois míseros o nobles y entenderéis que debéis hacer, puesto que ni a mi orden ni a la de ningún otro debeis dar audiencia más que a al vuestra. Cuando conozcáis la respuesta haced lo que es respectivo a ella..Hablad hombres de bien!

Segundo orador: !Guardáos de seguir banyandoos en sus seductores cánticos, a los que admito que es arduo oponer resistencia, sin embargo mirad...-  entonces fue interrumpido por una alud de hombres que se negaron a seguir escuchándole.

Final:
El segundo orador fue clavado en una cruz que tuvo que transportar envuelto en agravios, lanzamientos de piedras y miradas inquisitorias, hasta su llegada al Capitolio, donde, una vez allí, fue embadurnado por viscosas mieles. En las semanas que siguieron a este hecho, los cálidos rayos del Sol se encargaron de atraer a su cuerpo tanto a clases de insectos como a  pájaros  siniestros, cuyo propósito era nutrirse de él mediante  ferozes picotazos que le hacían retorcerse de dolor desangrándose, hasta el punto que, sus gritos se reducieron a un silencio que se fundió en el eterno nada..

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