Una aproximación a la libertad del hombre

Contemplaremos el proceso decisorio por el cual discurre el hombre para percatarnos si quién elige es el gobernalle determinista o el de nuestra voluntad - propuse esperando ser complacido. – Sin reservas de ningún tipo, adéntrate en ese terreno si lo crees conveniente,  que yo posaré mi atención en cada vocablo que expreses -dijo un Mirlo expectante. –Bien, posa tu mirada en un hombre ubicado en una realidad concreta que le subministra (siguiendo el proceso ya referido) una serie de conceptos electivos (opciones) que le sirven a su conciencia para decidirse impulsar una acto u otro. El caso consiste en el de un hombre que debe decidir si construir o no una casa en la que habitar y, para ello consta de un bagaje de posibilidades en su conciencia: el primero alude a una casa que se puede construir en una montaña de libre disposición empleando la madera de los árboles; la segunda opción se define en una casa adquirida en los aledaños de la polis; por otra parte, la tercera corresponde a negarse a construir casa alguna. Entonces el hombre puede sujetarse en el principio de elección que crea más óptimo para deliberar en el juicio. Si tal deliberación se secunda sin la intromisión en la conciencia de la presión de una polis que menosprecia a todo hombre que se aleja de la comunidad concediéndole el título de bestia, a la vez, que elude la coacción de una familia tal que le agravie si accede vivir sin hogar, en la intemperie y, se desembaraza de la connotación peyorativa de que vivir en los aledaños de la polis es propio de proscritos sociales. Semejantes consideraciones, al igual que muchas otras, interferirían en el juicio condicionándolo de forma que el hombre no se sumergiría en una posibilidad por sus propios principios, sino por las distintas causas ajenas lo que supondría que ha prescindido de su autonomía y, por ende, de la condición de posibilidad de su libertad. Sin embargo, admitiendo que el hombre sustenta la autonomía correspondiente en su juicio, observaremos que esto comporta que el hombre necesariamente alberge en su conciencia las tres posibilidades con la misma potencia y, que aquello que le hará inclinarse por una posibilidad dependerá del principio que adopte. Por lo tanto, la cuestión más oportuna a realizarse es: ¿qué elemento del hombre funciona discriminador de dos de las tres posibilidades que poseemos? – sugerí intranquilo. – Su exposición se traduce en un rodeo a la libertad, puesto que te invade la perpetua cuestión de: ¿qué causa proporciona la voluntad necesaria al hombre para dirigirse según el principio que desee? Una intuición, instinto, razón, o, por el contrario, no existe la libertad y estamos condenados a un determinismo- dijo Mirlo ambicionando mi rendición. – Ahí reside nuestra torpeza Mirlo, en apresurarnos a proporcionarle al hombre una comprobación que justifique la decisión y, de esta forma, escapar del determinismo que nos acecha. Empero, nuestro hombre dispone de tres posibilidades conservadas en su conciencia autónomamente, de aquí se deduce que deba asumir una u otra opción inevitablemente. Acompaño el término “inevitable” a mi discurso, en razón de que si el hombre se insta a no decidirse por ninguna de las tres únicas posibilidades, estará inclinándose por una de ellas necesariamente, aquella que expresa no construirse ningún refugio y permanecer en la intemperie. No decidir ninguna opción implica decidirse por una de ellas ¿Lo comprende? – inquirí. – En efecto, le comprendo                  -corroboró Mirlo. –Recopilaré lo ya desmembrado, para atravesar la densa bruma que oculta el subterfugio de esta inevitabilidad- confesé seguro de mí mismo. – Me parece muy oportuno para depurar las confusiones que me acechan -corroboró Mirlo. –Al hombre que baraja las tres únicas posibilidades de intervenir en al realidad se le podrán objetar consideraciones apelativas a que acrecentaría su libertad (bienes externos, poder, conocimiento) si dispusiera de más posibilidades a las cuales optar, pero ese es una condición empírica superflua en el caso que nos concierne, ya que solamente con dos opciones se abre la brecha de la elección. Pero tal disquisición es perniciosa para nuestra indagación, el camino adecuado nos acontece con el siguiente planteamiento: ¿el hombre puede no decidirse de entre ninguna de las tres posibilidades y al mismo tiempo no percatarse que el hecho de no decidirse por ninguna de ellas implica tomar una decisión al respecto ( omitir la construcción de la casa ( consta como tercera posibilidad) – establecí cautelosamente. -El hombre (autónomo)- se animó Mirlo- habita en el mundo con conciencia de las distintas posibilidades que le pertenecen en cada situación y, es precisamente en esta conciencia del hombre interactuando con la realidad donde palpita la libertad, en tanto que el hombre absorbe involuntariamente mediante sus respectivos sentidos la información de la realidad, la cual el entendimiento conceptualiza para que la razón califique si son ordinarios o cumplen la condición de posibles. Una vez quedan desmarcados los conceptos electivos ( posibles), se transmiten a una conciencia que siente la presión de las diversas posibilidades de acción, siendo así que si el hombre se acoge a consumar una posibilidad u otra lo hará conciente de que podría haber consumado otra posibilidad. La aparición en la conciencia de estas posibles elecciones, se representan en la misma en una constante pugna las unas con las otras para ser escogidas por la voluntad. Tal fenómeno en la conciencia se genera en el preciso instante en que el hombre percibe una realidad una determinada (como p.Ej., el hogar). De esto se sigue, que el hombre en tanto que portador de una conciencia constituida por posibles elecciones, manifiesta síntomas de ser libre, en tanto que siempre se verá sumido a escoger una de las posibles elecciones acompañado de una  conciencia responsable de declararle que, al hacerlo, ha rehusado el resto de posibilidades y, muy probablemente, resultados distintos. Incluso si elige omitir acto alguno, estará sumiéndose en una de las posibles elecciones de las cuales tiene conciencia. Esto es así, por qué la conciencia carga con la ininterrumpida presión de las posibilidades que podría haber ejecutado y ha renunciado emprender ,por tanto, si escoge no hacer nada convivirá con la conciencia de que uno: podría haber hecho algo distinto; y dos: no hacer nada constaba dentro de las posibles elecciones contenidas en al conciencia. Esta relación entre conciencia y elecciones posibles es evidente, puesto que supone una incoherencia  sostener que un hombre pueda elegir hacer algo si antes no ha tenido conciencia de que podía hacerlo –esgrimí intentando convencer a Mirlo.            -El paradigma propuesto se podría enunciar con la siguiente ilustración: hay un estudiante ubicado en el pupitre de una clase, el cual concibe la realidad del contexto por medio de unos sentidos que lo traspasan al entendimiento que, después de conceptualizarlos, los deposita en una conciencia donde el instrumento de la razón les concede o no el título de posibles. De modo, que el estudiante incuba en la conciencia de que está en una clase, con toda la descripción física que ello implica, también tiene conciencia (facultad racional) de lo que le es posible hacer y, lógicamente, de lo que se presenta como imposible. Sus posibilidades electivas de incidir en la realidad son susceptibles a la conjunción de las circunstancias empíricas (la realidad en la que se encuentra) con las capacidades físicas y mentales del estudiante. Las circunstancias empíricas de la clase determinan un cierto numero de posibilidades (mayor o menor según las características de al realidad) que, finalmente, reposan en la conciencia, ya que si el estudiante ostenta un tirachinas podrá disparar un proyectil a alguien o, si dispone de un amigo que le sea imprescindible para realizar un acto percibirá otra posibilidad electiva. Por otro lado, las circunstancias del sujeto (físicas y mentales) miden la profusión de un mayor o menor bagaje de posibilidades en la conciencia, por ejemplo si el estudiante es fuerte podrá levantar la mesa, si es muy ágil podrá optar a alcanzar un objeto de difícil acceso.  Conforme a las circunstancias mentales, se desprende la capacidad intelectual de poder ingeniarse tal suceso o de atreverse perpetrar  tal villanía, entre otros.  Semejantes supuestos sobre la realidad  y el hombre se configuran como condicionamientos en la formación de posibilidades en la conciencia, comportando de esta forma que el sujeto pueda servirse de un numero mayor o menor de posibles elecciones – complementó Mirlo con audacia. - Otro aspecto a señalar, es que el estudiante toma conciencia de aquellos conceptos han sido filtrados por la razón como opciones imposibles,  esta discriminación llevada a cabo por la razón nos permite percatarnos de opciones ilusas como sería sobrevolar la clase, pretender disparar rayos letales por el iris del ojo o cualquier concepto que la conciencia desestime por guardar incoherencias con la realidad que incumbe al hombre. La razón, en cuanto tal delimita en términos de posibilidad e imposibilidad el índice de libertad  de que dispone cada hombre en particular en cada situación concreta, decretando cuales son aquellos actos realizables según las circunstancias y cuales son los actos de carácter ilusorio. Fiel a las líneas que me preceden, el estudiante en cuestión tendrá conciencia de una multiplicidad de posibilidades de mayor o menor envergadura correspondiente a los factores descritos, de aquí se deduce que un hombre sin iniciativa sea menos libre que otro con iniciativa (circunstancias mentales) o, que un hombre cuya realidad consiste en permanecer como reo en una celda manipule en su conciencia un menor numero de posibilidades  que otro que se halle en libertad física ( circunstancias físicas) – pronuncié ratificando las ideas que de Mirlo ya me había mostrado. -No obstante esto, es conveniente retornar al caso del alumno. Éste siempre  deberá considerar en su conciencia dos posibilidades para hacer brotar el juicio electivo. Supongamos que el alumno solamente detecta en su conciencia las siguientes posibilidades: interrumpir al profesor groseramente o cortésmente, anotar apuntes en su cuaderno, irse de clase de improviso, vociferar onomatopeyas y omitir cualquier acción. Las posibilidades precedentes prorrumpen en su conciencia sin previo aviso, en tanto que se le aparecen de involuntariamente y de inmediato por medio del proceso ya descrito. El estudiante permanece sentado en la silla de su pupitre y, se cerciora a él mismo como un sujeto tal que cualquier decisión que pretenda desplegar en la realidad propiciará necesariamente el rechazo hacia las otras; consecuentemente, si el alumno se inclina por no enunciar ningún juicio al respecto estará renegando de todas las posibilidades menos la de la inoperancia (el no hacer nada es una de las posibilidades electivas). Atendiendo a esto,  la interrelación entre las capacidades que ofrece el hombre (subjetivamente) y las circunstancias particulares a cada realidad del Mundo, aprovisionan al hombre de la conciencia de unas determinadas posibilidades electivas que están en pugna ente ellas y, elija la que elija ( no hacer nada implica elegir una posibilidad) de entre ellas, se verá sumergido en la conciencia de poder haber guiado su voluntad hacia otra posibilidad electiva que produjera otro resultado al obtenido. Identificamos en nuestra conciencia  el hecho de que habitan ( involuntariamente) las  posibilidades electivas correspondientes a la situación subjetiva del hombre con la realidad, y esa misma conciencia nos suscita una presión perpetua que se emana con la sensación de equivocarse cuando nos inclinamos y no por otra.- arguye haciendo madurar mis ideas a medida que transcurría el tiempo Mirlo. –Tan solo puedo reconocer la coherencia del desarrollo del aparato de la libertad en el esquema presentado. Debo agregar, que si aceptamos que el hombre obtiene de forma involuntaria e incesante la conciencia de unas posibilidades electivas tales que persisten en la conciencia a priori i a posteriori del la decisión del hombre, debemos concluir que el hecho de que imperen perpetuamente en el ejercicio de la voluntad, señala que, si bien he obrado siguiendo una posibilidad, podría haberlo hecho siguiendo a otra muy distinta. Asimismo, si me propusiera omitir acto alguno tendría conciencia de que podría haber actuado siguiendo una posibilidad opuesta. Respaldándome en la firmeza de tal idea, no me queda más que inferir que ser conciente de las distintas alternativas electivas de forma constante demuestra que nos determinamos mediante nuestra voluntad. Lógicamente, si acatamos esta tesis, queda suprimido como gobernalle de nuestro navío el determinismo -concluyó Mirlo. –En efecto Mirlo, si la decisión opta por un rumbo u otro, siempre podremos recurrir a una conciencia que nos confiere la idea de que podríamos haber secundado la otra alternativa otra dirección y, por lo tanto, otro resultado. Esta nimiedad nos dota de una leve demostración de nuestra libertad –aduje prudentemente. – Convengo en ello K. Al gobernalle de nuestro navío le presiona una realidad especifica tal que le impone en su conciencia que debe elegir necesariamente alguna de las posibilidades electivas: 1) los diversos rumbos 2) omitir el juicio i naufragar 3) otorgar la potestad del navío a un marinero 4) suicidarse. Es irrelevante cual elija de ellas, puesto que será conciente de que podría haber optado por otra distinta y, ese  perpetuo contacto con otra posibilidad  que ha decidido renunciar, le remitirá a que, lejos de estar determinado, el posee la voluntad decisoria que le hace libre necesariamente – afirmó Mirlo. – Me parece Mirlo, que sus palabras aluden a una emoción que solamente puede justificarse admitiendo  que las posibilidades electivas están en constante relación con la conciencia del hombre. Me refiero al arrepentimiento, el cual debe la causa de su nacimiento al estado de tener conciencia que podría haber ejecutado una posibilidad electiva distinta que me hubiera concedido unos resultados más halagüeños, en vez de inclinar mi voluntad hacia la acción que ya he consumado

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