La Teogonía de Hesíodo; Prometeo


Estructura del relato


El caso del engaño del buey relatado en la Teogonía de Hesíodo expone a un Prometeo que, a través de sus decisiones,  nos confieren hechos inmediatos, que luego, son replicados por Zeus con otras decisiones que constituyen en sí mismas otros hechos inmediatos. Esta inmediatez, que es la inexistencia de mediación si quiera entre decisión que se dan a sí mismos con la posterior consagración de la acción en sí misma en la experiencia. No hay, pues, la reproducción de una experiencia que permita enlazar  a la decisión  su consumación en hecho. Hay, por tanto, una decisión que es a su vez acto de sí misma: aquello que pretende, con sólo pretenderlo, pasa a efectuarse en la realidad inmediatamente.

El engaño de Prometeo


Examinémoslo:

1.- La primera decisión surge  de Prometeo y consiste  en embaucar la inteligencia de Zeus ofreciéndole a elegir entre dos paquetes de piezas de buey desiguales. En uno, el más voluminoso, constan blancos huesos de buey recubiertos de brillante grasa. El aspecto aparatosamente ventajoso de este paquete impulsa a Zeus a inclinarse por el, descubriendo entonces la engañosa treta que lo hará encolerizar,  al turno que promulgará nuevas penalidades para los hombres.

Fijémonos:

 ¡ Zeus, el más glorioso, el más grande de los dioses sempiternos! Escoge entre éstos aquel de los dos que te dicte en tu interior tu ánimo.

Observemos en el siguiente fragmento que en el momento  en que Prometeo postula  la naturaleza del Crónida como juez  electo para dirimir qué paquete deberá elegir,  está poniéndose a sí mismo como juez de Zeus. En la exhortación de Prometeo late con émfaso que la actuación de Zeus no debe servirse de consideraciones estéticas, ni de corte objetico en lo más justo o más perfecto; sino remitiéndose a aquella decisión que le confiese en su interior su ánimo. Con esta persistencia Prometeo muestra, de entrada, que su torva astucia  va más allá del  que sabe planes eternos , ya que éste no ha podido adivinar las intenciones que albergaba Prometeo para con él. Esto quiere decir que constitutivamente, Prometeo detenta al menos una capacidad, la torva astucia, que lo proyecta por encima de los fines del altísimo. En segundo término ¿ Acaso Prometeo no pone de relieve el intrínseco egoísmo y desprecio del rey de dioses  con los mortales por haberse inclinado a escoger el paquete más robusto dejando  el más pobre para los hombres? De pronto, parece arriesgado afiarmar algo así, puesto que en la formulación de la pregunta se presupone mi propio juicio: ¿egoísmo y desprecio por escoger uno y no el otro? Fijémonos  que si el acto en sí mismo de la ofrenda expresa alguna cosa, ésa  es el supuesto honor que se le pretende demostrar a Zeus. Siendo esto así, que el Crónida acepte el paquete más suculento es, estrictamente,  un gesto más próximo a la gratitud o la correspondencia que no a una mala voluntad.
A esto, es oportuno replicar que entre el fragmento en que Prometeo exhorta al Crónida a escoger bajo los dictados de su ánimo y aquél otro en el que el Crónida ya ha advertido el engaño media uno que contiene una implicación decisiva para dilucidar este debate:
Así hablo (Prometeo, mío) con engañosa intención. Y Zeus, que sabe planes eternos, lo advirtió y no ignoró la trampa. Pero preveía en su ánimo desdichas para los hombres, que iban entonces a cumplirse. Y él tomó para sí en sus manos la blanca grasa.
Zeus, en efecto, presiente en su horizonte el advenimiento de una ultrajante intención promovida por Prometeo. Sin embargo, al ser incapaz de interpretar con precisión de dónde procedería la misma, es decir, al no poder penetrar dentro de la astucia prometeica  donde yacía el inminente engaño, por ello, se halla condenado a escoger  la blanca gras. Aun así, ¿qué sentido debemos conceder a una elección que presiente el ultraje al mismo tiempo que desconoce cómo se manifestará?  Justo antes que se produjera la elección del paquete y, por tanto, el engaño, Hesíodo anuncia: preveía en su ánimo desdichas para los hombres, que iban entonces a cumplirse. Sin duda, esta confesión lleva de suyo el hecho de que por entonces ya abrigaba la voluntad de destruir la estirpe humana ( preveía [..] desdichas para los hombres), aunque, con la consumación del inminente ultraje,  las desdichas no se no pospondrán más y de una vez por todas se apremiará en precipitar sobre los hombres su voluntad fatal (iban entonces a cumplirse).
De esto se sigue que el presentimiento de una trampa fue la causa que motivó a  Zeus para desvelar sus planes preconcebidos para los humanos; asimismo, su ignorancia a propósito de la intención de Prometeo, derivó en que cayera inevitablemente en la trampa de escoger la ofrenda que le era más provechosa descuidando que se le estaba engañando. Esto es así, pues, porque sería un absurdo descarrío afirmar que Zeus, aun provisto de las condiciones en que se daría el ultraje, es decir, aun sabiendo que  el ultraje consistiría en escoger los huesos blancos envueltos de grasa para ser bañado de la ignominia compañera del engaño, hubiera, igualmente, escogido ése paquete.
De lo dicho, también hemos resuelto concluir que  la elección del paquete no trae consigo la disposición en  Zeus de abatir a los humanos, pues antes de que sufriera la afrenta ya estaba predispuesto a ello. De modo que, después de estas consideraciones, el acto en sí de haberse inclinado a escoger el paquete más provechoso está alejado del sentido de supuesta gratitud que le habíamos dotado temporalmente. Ahora exige que se le proporcione un nuevo sentido que, por decirlo del modo más riguroso, vendría a ser el gesto de un dios que secunda su propio interés, descuidando remontarse a  consideración alguna para con unos mortales que  están condenados irreversiblemente, sin salvación posible.
Por tanto, Prometeo sólo detonó una venganza que, aunque hubiera permanecido en la inacción, más tarde se hubiera  producido igualmente.

El robo del fuego


El altísimo, decidió apartar la llama del fuego infatigable a los fesnos (p.26)  a modo de castigo para los humanos. A esto, el japetónida, volvió a evidenciar la superioridad que ostenta en su voluntad y que le permite  sobreponerse a los designios del Crónida al robar el fulgor relumbrante del fuego  en una hueca cañaheja (p.26). Luego Zeus, con la ayuda de Atenea,  retribuirá el asalto sufrido ordenando la confección de un excelso engaño, irresistible para el hombre (p.27).  Engaño por ser fuente de males, y  excelso e irresistible para el hombre por su belleza. En definitiva, la aparición de la mujer, ése bello mal(p.27) dispuesto por Zeus a fin de atormentar al hombre.
Finalmente, los sucesos promovidos por Pormeteo y contrarestados por Zeus, propician que este último, hostigado por las continuas trnasgresiones a sus designios, decida relegarlo a una fuerte cadena que le atenaza; puesto que, en vistas de lo ocurrido, la recurrencia a la fuerza parece ser el único modo con el que Zeus impida que Prometeo vuelva a sacudir en su ardides al poder divino.  Consecuentemente con el silenciamiento de Prometeo, se pone de manifiesto la competencia por el poder  de la facultad de pensar en relación con la capacidad violenta. Desprendiendo, con la victoria de esta última, la idea de que donde haya una fuerza absoluta y un saber absoluta siempre el saber se supeditará a la fuerza. Esto equivale a decir, que el poder, que es dominación, está más íntimamente ligada con la fuerza que con el nous.

Así que no es posible escamotear ni transgredir el designio de Zeus. Porque ni siquiera el japetónida, el benefactor Prometeo, logró zafarse de la abrumadora cólera de aquél, sino que por la fuerza, por  muy sabio que fuera, le atenaza una fuerte cadena

Consideraciones finales: Prometeo y el hombre


Cuando acontece el encuentro entre Prometeo y Zeus en Meconte, símbolo de la separación entre hombres y dioses, Prometeo asume la posición de realizar los sacrificios a modo de ofrendas a los dioses, proponiéndose  así  mismo en algo así como representación de los mortales que,  desde entonces en honor de los Inmortales las tribus de los humanos sobre la teirra queman los blancos huesos en los alares humeantes de los artificios.
De entrada, nos sobreviene la idea de que por qué en el momento de la separación Prometeo decidió instalarse del lado humano. Quizá sea bajo un imperativo consubstancial al propio mito que dicta , algo como la instauración de los sacrificios divinos así como su procedimiento no deben fundarse por un mortal, sino que, en tanto que fundación de algo que precisamente está por encima de los mortales, debe serlo por un ente divino que lo haga imperecedero y lo doté de legitimidad. Asi, pues, vemos en Prometeo el objeto metafísico desde el cual su sacrificio divino se cristaliza en liturgia para los tiempos venideros. Su acción es constitutivamente fundacional ( en tanto que metafísica).
Con todo, aun admitiendo que la actitud prometeica de  veneración a los dioses  sea sólo aparente, debemos  seguir amparando esta apariencia, y al hacerlo, también debemos admitir la representación humana que desenvuelve. La misma que comporta la fundación de los rituales en honor a los dioses.
No obstante esto, sigamos andando por la senda de esta idea de la representación humana. Notemos que en la terrible pugna que sostiene Prometeo y Zeus reside, al menos a propósito del caso del robo del fuego,  cierta repercusión en el terreno humano:  Prometeo salva a los humanos de padecer la ausencia del fuego. En esta línea, la repercusión se vuelve en una sonora exclamación de Prometeo hacia lo humano cuando, no sólo los salva, sino que les entrega con una cañaheja el fuego mismo. Pero, no es la entrega de la cañaheja con el fuego y la salvación de los humanos una y la misma cosa. Formulado en una pregunta: ¿acaso la condición misma para salvar a los mortales no obedece a que se les entregue el fuego?

Preguntas abiertas a propósito de la lectura del Prometeo hesiódico


¿Hay algo detrás de esa latente hostilidad entre Zeus y Prometeo que vaya más allá de la mera subversión hacia el poder tan subrayada por los comentaristas?  ¿Qué implicaciones conlleva esa misteriosa relación ( si es que la hay) entre lo humano y Prometeo (divino)?  ¿Hasta qué punto los cometidos de Prometeo son algo más que  el producto de su carácter?  ¿Podemos conjeturar con solvencia  que detrás de las acciones y las palabras de Prometeo  esté operando una  prefiguración del orden humano tal que por estar en una oposición diametral con la propuesta por el Crónida cause todo este conflicto?

Estas preguntas  que procuraremos abarcar y responder en la medida que podamos, serán nuestro particular hilo de Ariadna para adentrarnos en  la figura de Prometeo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario